«Su tumba en vida son esas paredes que simbolizan su naufragio. Como reflejo de lo que ha sido su existencia, todo el apartamento cabría en el salón de su antigua casa. La nueva vivienda sería para muchos una señal de triunfo: un ático de diseño “College Terrace”, uno de los barrios más exclusivos de Palo Alto. No para Albaida».
Así empieza Sacrificio, la variante Mieses, primera novela de Alberto Caballero, un thriller apasionante que, como dice el autor, no es una novela, sino una partida de ajedrez que es una novela.
En ella tenemos a Albaida, un hombre brillante que pudo tenerlo todo, pero que se encuentra al borde del suicidio.
«Su respiración es agitada. El sudor le resbala por la sien, donde se encuentra con el cañón de la pistola. Las paredes se precipitan sobre él. Respira hondo, aprieta los ojos y ordena a su dedo accionar el gatillo que, sin embargo, permanece agarrotado…».
Y es ahí, al borde mismo de la muerte, cuando algo detiene sus ansias de abandonar este mundo: la llamada que le cambiará la vida, aunque en ese momento no sea consciente.
El interlocutor no es otro que su amigo Javier Soldado, un científico que desempeña sus labores en BioCorp y que necesita a Albaida como conejo de indias para su último experimento, una interfaz muy potente capaz de implantarse en el cerebro del inquilino en cuestión: Albaida.
«Recuerda con nitidez aquel momento, cuando su amigo detuvo el paso, le miró de frente y le tomó por los hombros. “Quiero hacerlo”».
Tras el saludo inicial, el temple de nervios y la puesta a punto del US delay, todo está a punto. El decorado es un tablero. Los personajes, las piezas. La mano ejecutora, una interfaz con acceso a una base de datos ajedrecística.
Y ahí viene la apertura: e4.
El juego empieza y este movimiento se transformará en el detonante de esta partida convertida en novela. Albaida verá truncado su actual propósito de vida, el suicidio, para tornarse en una nueva forma de perseguir sus sueños de gloria eterna, reconvertidos en la posibilidad de ser en el más grande ajedrecista de todos los tiempos. Una luz al final del túnel, aunque sea a través del fraude. Y para lograrlo, no dudará en hacer lo que sea, incluso matar.
«No recuerda el qué instante decidió que su vida no valía la pena. Si no quiere engañarse, debe reconocer que ya pensaba que era miserable antes del divorcio(…) Sin embargo, algo ha cambiado. Ha recuperado la afición infantil por el escaque, las victorias ante extraños le han dado una euforia olvidada. Mejor que cuando ganaba sus partidos de tenis; entonces era un adolescente atormentado por su colegio y consciente de que le faltaba talento, de que no legaría lejos con la raqueta. Más bien, como con las becas Fulbright, cuando soñó con conquistar el mundo de otra manera, con Marta a su lado. Ser campeón le motiva de nuevo, se siente pleno y lleno de energía(…) El mayor genio que el mundo ha conocido, la mejor demostración de inteligencia y talento. Sería tan fácil… ».
Sin embargo, el camino al jaque mate no será tan sencillo como Albaida llega a creer en primera instancia. Se abre ante él un mundo nuevo en todos los sentidos, del que deberá primero aprender, luego camuflarse e ir sorteando piezas. Aunque estas lleguen a ser de la categoría de Quinn, detective asignada al caso en la comisaría de Palo Alto, y la única que puede detenerlo.
«—¿Juega usted también al ajedrez? —pregunta afable la inspectora mientras se sienta en el sofá que le ha señalado. La pregunta le deja lívido. Entonces se percata de los libros que tiene sobre la mesa baja, frente al sofá, uno de ellos está abierto.
—¡Ah! ¿Lo dice por los libros? —responde preguntado, tratando de mostrar la mayor naturalidad—. Bueno, es algo bastante reciente, yo diría que desde hace un mes.
—¿Otra víctima de “Gambito de Dama”? —ríe ella aludiendo a la famosa serie que está tan de moda. Albaida asiente risueño—. Imagino que jugaba bastante con el doctor Soldado, ¿verdad?»
Desde el primer momento, Albaida siente el ataque constante de Quinn y, en su huida hacia delante, deberá recurrir al crimen una y otra vez en un juego donde la tensión se mezcla en una suerte de movimientos inesperados, sacrificios, capturas al paso, jaques desesperados y un sin fin de referencias ajedrecísticas tan bien traídas que su naturalidad pasa por encima sin ser consciente de ese doble juego.
Porque, una de las particularidades que tiene esta novela, y que la hace en ese sentido original y casi única, es que encabeza cada capítulo la imagen de una partida en curso, siendo cada uno de ellos un movimiento de la misma. Y lo que ocurre en la trama tiene su reflejo en una partida que, como conocemos del autor en su nota final, ocurrió en realidad entre dos grandes maestros del siglo pasado. El diagrama es, por tanto, un desafío al lector. Le invita a adivinar qué puede hacer Albaida (si juegan las blancas) o qué ocurrirá contra él reflejado en ese movimiento, y, sobre todo, analizar quién tiene más posibilidades de salir victorioso de esta partida mortal.
Incluso un jugador avezado, con la correcta lectura del juego, no se librará de la intriga de lo que puede ocurrir a continuación, porque al fin y al cabo el error humano es parte del ajedrez, ya se sea un gran maestro o un simple personaje de novela.
Una historia independiente más allá del ajedrez
Pero no acaba ahí. Otra de las grandes virtudes de esta novela es que también funciona como una historia independiente prescindiendo del ajedrez. Es decir, como en la aludida Gambito de dama, no es necesario saber jugar para disfrutarla. Como se explica al inicio, toda partida es una historia, con su presentación, nudo y desenlace (apertura, medio juego y final). Que cada movimiento/capítulo tenga una intención le da ritmo a la novela. Que los movimientos se relacionen entre sí da coherencia a las subtramas. Y que todo gire en torno a la trama principal de capturar al rey enemigo hace que nunca se pierda el hilo de la historia.
Es muy posible que tú, ajedrecista que lees esta reseña en un blog de ajedrez, no solo la gozarás y empatizarás, sino que querrás recomendarla a quien no sepa jugar ni tenga intención. No para que se aficione (aunque, quizá) sino para que tu amigo comprenda qué pasa por tu cabecita cuando estás jugando una partida. O tu mujer te entienda por fin en vez de poner los ojos en blanco porque estás otra vez con el telefonito. O incluso a tu enemigo, que ya lo dijo Oscar Wild, como se apunta en la novela: “si quieres destruir a un hombre, enséñale a jugar al ajedrez”.
Y es que la pasión por el ajedrez y su mundillo, con las trampas tan de actualidad y con fuerte presencia del juego online e incluso los streamers, se transparenta a lo largo de las páginas, aderezado con algo de amor/odio. Ese que todos sentimos a veces, que nos hace decir “no vuelvo a jugar” aunque sepamos que no es cierto. Ese amor/odio marca el tono de la novela y se manifiesta a lo largo de sus páginas:
«Quien piense que el ajedrez es de entre los deportes el más romántico, el más noble, se equivoca. Quien crea que sus jugadores son caballeros flemáticos, deportivos, elevados, elegantes, no ha jugado en su vida. No en serio, al menos. Sobre el tablero hay una batalla continua. Cada jugada, cada mínimo movimiento de peón, lo hace el rival pensando cómo puede hacerte más daño. Atacar tus debilidades, generarte problemas, causarte amenazas, incansable, golpe a golpe, hasta que logre aniquilarte.»
Desde mi punto de vista, he disfrutado mucho de la lectura, y no solo por la narración en sí, sino por la historia global, la cual, es al término cuando te das cuenta de la magnitud y trabajo que hay detrás de la misma. Como dice el autor, no es una novela, sino una partida de ajedrez hecha novela, y eso es porque está supeditada a una gran partida ya realizada (y nada más y nada menos que por dos grandes maestros, de los que uno de ellos presta su nombre al título). Y lo mejor es que no se nota ese lastre, al contrario, los giros están perfectamente focalizados y resueltos con naturalidad, y una lógica aplastante si se tiene en cuenta el diagrama que encabeza el capítulo.
Porque la narración no se detiene en explicaciones o construcciones previas que entorpezcan o hagan detener la historia. Ya desde el principio, ese diagrama es presentado, y como toda partida de ajedrez, como algo decorativo, místico, simbólico, pero que poco a poco, y sin la mencionada explicación, va ganando fuerza hasta convertirse en el pilar donde se apoya una trama que nunca se llega a prever. Y ahí entran los personajes, y más en concreto los dos protagonistas, tan bien construidos que, como homólogos al color de las piezas, no es de extrañar que el lector empatice y se sienta obligado a tomar partido por alguno ellos. Quinn, detective vestida de reina negra, representa el bien. Albaida, personaje redondo y atormentado, y con el cual se inicia un viaje del que se quiere ser partícipe, el mal. Blancas contra negras. Albaida contra Quinn. Por delante muchos movimientos, jugadas traicioneras y salvadas milagrosas. La meta, llevarse la victoria. El premio, una lectura llena de suspense, original, ingeniosa, muy imaginativa y trabajada y que produce unas ganas enormes de querer conocer un poco más de cerca este mundillo del ajedrez.
Sacrificio, la variante Mieses, es un apasionante thriller tecnológico que cabalga bajo la apariencia de una novela negra, ofreciendo una lectura llena de preguntas que quieren ser desveladas junto con el desafío al lector por anticipar el siguiente movimiento dentro de una historia que habla de fracasos, victorias y obsesiones y del peligro que puede entrañar que estas se hagan realidad; y es que, solo «uno» puede dar jaque mate. ¿Te atreves a ser tú ese «uno»?
Título: Sacrifico, la variante Mieses.
Autor: Alberto Caballero
Nacionalidad: Española
Editorial: Soldesol
Año: 2023
Páginas: 428